Iván R. Díaz Mendivil: ¡Acalibre sigo yo!

A propósito de mi cumpleaños que por poco coincide con el de Acalibre, recibí por parte de mis amigos de Calle 54 de New York, una grata sorpresa que me alegró el mes… Lo digo no porque abril haya sido aburrido, ni mas faltaba, si no porque cada vez es mas difícil encontrar producciones discográficas bien concebidas con conceptos equilibrados de principio a fin. Ya se, ya se, ya se… Supongo que mis amigos los melómanos, coleccionistas, expertos, eruditos y demás, gritarán que el mejor hasta el momento es el de Eliécer Páez y Los Mendigos del Swing o Santiago Aponte y los Capos del Sabor, tal como sucedió con el disco de Ocho y Media, que a los ocho días de caer en manos de los melómanos era “el disco del siglo” y a los tres meses estaba prohibido en las salsotecas decentes porque hasta en las droguerías de Cali se escuchaba la canción “Pesadilla” a propósito de su nombre tan oportuno y descriptivo. Algo parecido nos sucedió a Alonso Alomía y a mi cuando mandamos a traer de Francia ilusionados el disco del Grupo Massalia. El resultado el mismo, nos enamoramos de la carátula y al escucharlo casi nos dan ganas de ponernos a llorar en la barra de Osos.

Para no seguir con las pesadillas explicaré, no compro los discos para decir que soy el único que los tengo, puesto que no me descrestan el hecho de que sean raros y rebuscados: “Este disco es excelente, es una orquesta radicada en Afganistan, canta un Japones, los coros los mete un Ruso y toca las congas un Paraguayo” Huy!!!!!
Me parece excelente la visión cosmopolita de nuestra música latina y su alcance no tiene limites, pero confieso que a veces siento desconfianza al ver cosas de este calibre porque me parece estar comprando un catalogo de salsa de refugiados editado por la ONU y no propiamente para salseros. El resultado es evidente, las canciones son raras, a lo mejor curiosas, pero les falta calle o como diría Tricoche: “Le falta esquina”.

Vivo hace 6 años en Bogotá tierra fría, con poco swing y mucha arrogancia, de mi Cali tengo los mejores recuerdos, no solo de Osos, Taberna Latina, Borincuba y muchos sitios que entre borracheras he ido olvidando, pero siempre a donde llego le grito a estos cachacos, nuevos aprendices del sabor, lo mismo: A los caleños no nos iguala nadie, pa´ madrugarnos a nosotros tienen que dormir primero en la calle, en la salsa tenemos el mejor de los gustos y no le comemos cuento a nadie. No en vano he sido critico de La 33, La Republica, La Conmoción, Kongas, Kimbawe, La Bronx, La Presión y demás orquestas que me suenan todas igual y pregonan que Bogotá es la nueva capital mundial de la Salsa, cuando en Cali es la única parte donde compran sus discos porque en su natal Bogotá todavía escuchan El Preso, Los Charcos, bailan la salsa como un vals y no salen de Pedro Navaja y Oiga Mire Vea en sus rumbas.
A propósito de salsa el único vals que me gusta es el venezolano Eduardo Vals y aunque considero que en Cali tenemos un excelente paladar musical, creo que el hecho de evaluar un disco o hacerse llamar melómano, critico musical o musicólogo es un ejercicio bastante canalla y malagradecido. Cierta vez escuche a Sábato diciendo en una entrevista que los críticos generalmente eran personas frustradas que no habían podido ser artistas y les tocaba criticar. Creo que tengo momentos en los que me ubico ahí, aunque he procurado que mis críticas sean constructivas aunque los músicos al último que escuchan es al que compra sus discos y se toma el trabajo de reseñarlos porque están acostumbrados a que los alaben y no a que los hagan reflexionar sobre su obra.

En esa misteriosa fila de sujetos que nos aventuramos a opinar de música está mi hermano Vanvancito a quien aplaudo en el onomástico de su espacio. No porque quiera sobar chaleco y subirme al barco como dice Maikel Blanco, no no y no, lo aplaudo porque hablamos el lenguaje de la salsa y nos arropamos con la misma ilusión de construir nuevos espacios donde el planeta conozca esta música que nos cambió la vida. La misma que nos ayudó a construir el imaginario de una Cali ideal unida por cosas que perduren en el tiempo, la música para nosotros es la excusa, por eso al igual que los libros y demás cosas que se prestan, nunca serán de quien las tiene, si no de quien se las quiere gozar. Mi música no es mía, porque he hecho mas hermanos compartiéndola que prestando plata, he llorado de la emoción viendo a Blades, Palmieri, Guaco y a Los Van Van mucho más que lo que he llorado al ver partir un amor. En esa calle infinita de la vida he conocido a muchos hermanos de salsa y en algunas noches cuando me acuesto embriagado de nostalgias sueño con una rumba gigantesca y me pierdo en los callejones que me llevan a las diferentes salsotecas de Cali y las bailo como si fuera una sola y recorro de nuevo las calles como cuando era niño, con un disco debajo del brazo. Que no cierre el club, reniego en mis sueños! Siempre me despierto respirando salsa y aunque todo se ha ido, sigo con la melodía sonando en mi cabeza, bailando infinitamente sobre mis recuerdos para volver A-CALI….donde siempre soy y seré Libre!…..Patria Son Tantas Cosas Vanvancito!