MUJER DIVINA EN LA TOPA TOLONDRA


El sonido dulce del intro del vibráfono en Mujer Divina dura cinco segundos. Tiempo suficiente para anunciar un encuentro melodioso que toca las fibras más profundas del ser. Luego aparece un suave redoble de timbal, que descubre la perfección de un bolero inmortal. Es noche de rumba en una ciudad mulata que respira música y que se sabe bella, bailadora, sensual. Un poco antes que empiece el fraseo en bossa de Willie Torres la pista de la Topa Tolondra, situada en esa Calle Quinta tan caleña, tan nuestra, ya está inundándose de parejas con mujeres divinas tarareando un disco que las alaba. Yo, aprovechando la ventaja evolutiva del oído melómano pongo mis dedos sobre su hombro en el tercer acorde del disco; ella, la más divina de la noche, dejó la cerveza en la mesa y toma mi mano para llevarme a las nubes.