La calle queda absorta
deslumbrada
Si desnuda te sueña la mirada
Sos carne de cañon o de censura
Las vidrieras reflejan tu figura
Y el maniquí te envidia la fachada
Tu presencia es un riesgo
todo o nada
Tu encanto es integral
base y altura
El requiebro vulgar no te arrebola
Parecés satisfecha con tu suerte
No te inquietan azares ni aureola
Quizá porque estás lejos de la muerte
Ya que la sombra te ha dejado sola
Aprovecha la luz para esconderte.
No es verdad que el mundo está todo descubierto. El mundo no es sólo la geografía con sus valles y montañas, sus ríos y sus lagos, sus planicies, los grandes mares, las ciudades y las calles, los desiertos que ven pasar el tiempo, el tiempo que nos ve pasar a todos. El mundo es también las voces humanas, ese milagro de la palabra que se repite todos los días, como una corona de sonidos viajando en el espacio. Muchas de esas voces cantan, algunas cantan verdaderamente. La primera vez que oí cantar a Tania Libertad tuve la revelación de las alturas de la emoción a que puede llevarnos una voz desnuda, sola delante del mundo, sin ningún instrumento que la acompañara. Tania cantaba a capella "La Paloma" de Rafael Alberti, y cada nota acariciaba una cuerda de mi sensibilidad hasta el deslumbramiento. Ahora Tania Libertad canta a Mario Benedetti, ese gran poeta a quien tan bien le sentaría el nombre de Mario Libertad... Son dos voces humanas, profundamente humanas, que la música de la poesía y la poesía de la música han reunido. De él las palabras, de ella la voz.