La muerte no fue intermitente...

Triste Noticia. La muerte no es intermitente como lo escribió alguna vez, siempre está omnipresente, y sin sobre lacrado ni previo aviso visitó a José Saramago el día de hoy, a sus 87 años.

Nuestra única defensa contra la muerte es el amor” dijo alguna vez José de Souda, a cuya familia en su humilde hogar en Portugal la apodaban Saramago, y así lo inscribió en el registro Civil el funcionario público.

José Saramago ejemplo de superación para el barrio, quien a pesar de su brillantez tuvo que abandonar sus estudios por escasez de recursos de sus padres, y para lograr su sueño de dedicarse a la literatura tuvo oficios tan disimiles como mecánico, cerrajero y periodista.

José Saramago, con una prosa sin interminencias, continua, fantástica, dedicó su vida a la literatura por que no le gustaba el mundo donde le tocó vivir, y su brillantez y genialidad fue reconocida en 1998 cuando le fue otorgado el premio nobel de literatura por haber creado una obra en la que "mediante parábolas sustentadas con imaginación, compasión e ironía, nos permite continuamente captar una realidad fugitiva".

Acalibre ha tenido la fortuna de leer a Saramago, recuerdo el primer libro que leí, ensayo sobre la ceguera, alucinante, prodigioso, fue difícil detenerme en las noches en la lectura de su prosa sin pausa, y esa fantasía de palabras, me llevó a convertirme en su seguidor, hasta su mas reciente libro Cain, publicado en el 2,009.

Sobre la Muerte, de su libro Las Intermitencias de la Muerte dejamos las primeras líneas:

Al día siguiente no murió nadie. El hecho, por absolutamente contrario a las normas de la vida, causó en los espíritus una perturbación enorme, efecto a todas luces justificado, basta recordar que no existe noticia en los cuarenta volúmenes de la historia universal, ni siquiera un caso para muestra, de que alguna vez haya ocurrido un fenómeno semejante, que pasara un día completo, con todas sus pródigas veinticuatro horas, contadas entre diurnas y nocturnas, matutinas y vespertinas, sin que se produjera un fallecimiento por enfermedad, una caída mortal, un suicidio conducido hasta el final, nada de nada, como la palabra nada. Ni siquiera uno de esos accidentes de automóvil tan frecuentes en ocasiones festivas, cuando la alegre irresponsabilidad o el exceso de alcohol se desafían mutuamente en las carreteras para decidir quién va a llegar a la muerte en primer lugar.